Testimonio de Jorge y Laura

Hay gente que dice que las casualidades no existen. Y yo pienso lo mismo. Que nos encontrásemos Jorge y yo no fue cosa del azar. La primera vez que nos vimos fue en una convivencia organizada por la parroquia. Era la parroquia de ambos “de toda la vida” pero nunca hasta entonces habíamos coincidido y ya pasábamos los 30 años.

Por causas de la vida estuvimos 7 años sin vernos, pero en el día de la Inmaculada Concepción de 2013 volvimos a vernos en misa en la misma parroquia. ¿Fue casualidad? Yo pienso que no. Creo que fue la virgen quien intervino para hacernos coincidir. Desde entonces han pasado casi 10 años y 2 niñas. Ciertamente, no fue casualidad.

Unidos en la fe

Estar unidos en la fe es algo importante para nosotros: más de lo que pensé que sería. Es el pilar de nuestra familia, y es el filtro por el que hemos pasado alguna decisión difícil que hemos tenido que tomar.

Jorge acogió y fue acogido en la FENI creo que incluso antes de casarnos. Pero también intentamos hacer vida en nuestra actual parroquia: formamos parte de un grupo de matrimonios, recibiendo formación y donde también hay espacio para compartir cena y confidencias sobre vida e hijos.

Que el Señor esté en medio de nosotros no sé si hace más fácil el matrimonio. Tenemos las mismas dificultades que cualquier otra pareja. Pero el saber que el Amor nos une, supongo que nos da la fuerza para afrontar los problemas de otra manera, para perdonar más fácilmente, para ceder con mejor disposición. Intentamos todos los días leer el evangelio juntos, para ser conscientes cada día de cuál es la base sobre la que se funda nuestra alianza.

La educación de nuestras hijas

La educación de nuestras hijas tampoco es sencilla. Hay que tener muy presente cómo se tratan los temas, cómo se enfocan las situaciones que podamos ver en la calle, qué películas elegimos y, sobre todo, qué ejemplo damos. Tenemos con ellas momentos de tensión, cuando no conseguimos que obedezcan o que comprendan las normas familiares que deben respetar y nos desesperamos. Son momentos complicados, que una vez más nos llevan a tener presente a la Virgen María como madre, y a pedirle su ayuda.

Aunque son muy pequeñas poco a poco van aprendiendo oraciones y todas las noches rezan a “Santaria Ignacia”, como ellas llaman a Santa Nazaria Ignacia, a la que piden que proteja a los niños enfermos o a los que no pueden ir al cole. Esperemos estar plantando una semilla que eche raíces fuertes y vaya creciendo a lo largo de su vida.

Muchas veces sentimos que nadamos a contracorriente, cuando las familias del colegio con las que congeniamos no comparten nuestra devoción, cuando nuestros hermanos y sobrinos no van a misa, cuando en el trabajo nadie practica. Por eso precisamente el estar en diversos grupos cristianos nos hace sentir que no estamos solos.

No sé si peco de orgullosa al decir que tengo la familia que siempre había querido. Aunque más bien debería reconocer lo que una vez oí a un sacerdote: no formamos nuestra familia, sino que aceptamos la familia que Dios nos da.