De nada valen las medias tintas si queremos «en todo amar y servir».

Escrito por misioneras

01/03/2024

Discernimiento

Decidirse a algo en la vida es todo un arte: el de saber elegir y, para ello, es necesario discernir. No olvidemos que, sin este arte, navegamos en mar abierto corriendo el riesgo de perder el horizonte. Entre las causas de esta desorientación están las que San Ignacio llama «afecciones desordenadas», las cuales frenan o desvían nuestra barca. Por eso, es importante mantenernos ordenados. Para ello, hemos de reconocer el desorden que hay en nosotros y enmendarlo con determinación. De hecho, en la medida de la determinación está la Gracia. Ahora bien, hemos de dar tiempo al tiempo, aceptando que este orden vital no se logra de la noche a la mañana.

Con el discernimiento encauzamos el deseo que nace en nuestro corazón de «buscar y hallar la voluntad divina» en la propia vida. Este nos ayuda a caminar —sin pausa, pero sin prisa— hacia Dios. Y ello sin olvidar que con cada paso que damos marcamos nuestro rumbo. En este sentido, la pregunta de San Ignacio («¿a dónde voy y a qué?») evita que perdamos de vista la meta. Conviene, por tanto, detenernos para revisar, escuchar y así elegir en consecuencia. Por supuesto, hacerlo no será sólo un mérito nuestro. La respuesta es un don descendente. Como la lluvia y los rayos del sol, así toda gracia y bien recibido vienen de arriba.

Por supuesto, por el camino encontraremos ayudas y peligros por igual. Toparemos con las consolaciones, mociones interiores con las cuales «el alma se inflama en amor de Dios, su creador y Señor». Pero también tropezaremos con la desolación, inquietudes, en oscuridad, perdiendo el sentido o cayendo al suelo y en desánimo. En estos casos, San Ignacio nos sugiere «no hacer mudanza», simplemente esperar la calma y la serenidad para continuar con lucidez a la meta deseada.

En el camino de nuestra vida es necesario el discernimiento, pero no sólo en las ocasiones grandes y difíciles, sino en las más cotidianas. En efecto, hemos de «encontrar a Dios en todas las cosas», por pequeñas que sean. Precisamente, con lo mínimo preparamos el espíritu para lo más decisivo. Para quien no es nada lo pequeño, no es nada lo grande.

Melissa Vázquez MCI

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