La experiencia de fe en Nazaria la llevaba al encuentro de los demás; por eso, desde el inicio de su vida misionera, recorría las calles con oídos y mirada contemplativa; por eso, fue capaz de dar respuesta con el comedor llamado “la olla del pobre”.
En Potosí, en octubre de 1930, nos dice ella “El día 6 abrimos el comedor de los pobres pues sabiendo, la gente se levantaba por hambre, decidimos en nombre de Dios, abrirlo. Esa mañana vinieron 500… en la tarde 600” (D. II, nº 73, p. 127). Después abrió en La Paz, “La olla del pobre, sigue con un éxito colosal; se dan más de 1.200 raciones diarias…” (D. II, nº 74, p. 128) y posteriormente en Oruro, dando de comer a muchos. Todo ello con la colaboración de la gente. Supo escuchar y entender el evangelio “Denles ustedes de comer” (Lc. 9,13).
En Oruro sigue el comedor abierto, llegan a él gente en situación de calle y hermanos que tratan de salir adelante ingresos mínimos; lamentablemente, la realidad poco ha cambiado y con la pandemia, mayor es la demanda y la necesidad. La Olla del pobre une corazones solidarios, manos generosas y vidas entregadas, con amor al servicio de los más desfavorecidos.

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