A todos los consagrados y consagradas:
Nos dirigimos a vosotros en la víspera de una jornada querida para todos nosotros, porque está dedicada a nuestra maravillosa vocación que, de diversas maneras, hace resplandecer el amor de Dios por el hombre, la mujer y el universo entero.
Pasar del «yo» al «nosotros»
No podemos pronunciar todos sus nombres, pero sobre todos y cada uno de ellos pedimos la bendición del Señor para que sean capaces de pasar del «yo» al «nosotros», conscientes «de encontrarnos en la misma barca, todos frágiles y desorientados, pero al mismo tiempo importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos».
Reavivar la aspiración mundial a la fraternidad
Les pedimos que sean “los samaritanos de estos días, superando la tentación de retirarse y llorar sobre uno mismo, o de cerrar los ojos ante el dolor, el sufrimiento, la pobreza de tantos hombres y mujeres, de tantos pueblos”. Actuemos juntos, reavivemos en todos «una aspiración mundial a la fraternidad», a soñar juntos para que «frente a las diversas formas actuales de eliminar o ignorar a los demás, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y amistad social…».
Soñar juntos
«Soñemos como una sola humanidad, como caminantes hechos de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos alberga a todos, cada uno con la riqueza de su fe o sus convicciones, cada uno con su propia voz, ¡todos hermanos y hermanas!»
Que estos sueños los hagamos realidad!!!