Déjame que te señala a la Palabra que te llena el corazón, dándole luz y sosiego. Esa misma te sacudirá alguna vez, preguntándote dónde está tu hermano.
Una Palabra antigua, de raíces profundas, que ha visto generaciones de hombres y mujeres creyentes. Y sin embargo, que no cesa de señalarte tu presente, un tiempo acompañado por el Verbo, y el futuro, como promesa de plenitud.
Una Palabra humana, tremendamente humana, en la que las situaciones diversas se reflejan sin sonrojo en sus páginas, como invitando a comprender la fragilidad de nuestro barro. Y capaz de contener la Sabiduría y una Buena Noticia perenne que caminó por la tierra.
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