Devastación, impacto, destrucción. Dos golpes letales por la fuerza brutal de los huracanes Eta e Iota, sin tiempo para reaccionar. Honduras había sufrido múltiples crisis durante los últimos años – pobreza, violencia, devastación ambiental, emigración masiva y, más recientemente, la pandemia de covid-19 -. A ello se suma los golpes brutales que la naturaleza ha dejado a su paso: 94 muertos, casi 4 millones de damnificados y un incremento del nivel de la pobreza de un 10% superando el 70% de la población, según analistas económicos.
El gobierno se vio superado por las circunstancias para responder y la población se sintió abandonada a su suerte. La destrucción en Honduras por los dos recientes huracanes sumada a la dificultad para continuar con la agricultura de subsistencia de los últimos años y el ambiente de violencia, podría impulsar nuevas caravanas de migración.
Quisimos dar respuesta a la realidad dura y dolorosa de ese momento, abriendo las puertas del colegio Santa Elizabeth, como albergue de familias cuyas casas se vieron inundadas y visitando a las familias de los alumnos afectados.
En la acogida, intentamos cubrir las necesidades más urgentes y elementales. En las visitas, llevamos con los víveres y la ropa, un mensaje de solidaridad. Las familias alojadas, van regresando a sus hogares paulatinamente con lo poco o nada que lograron rescatar.
Aún quedan zonas bajo el agua y miles de personas pasaran la Navidad en albergues, en refugios a las orillas de las carreteras y debajo de los puentes, porque sus casas fueron totalmente destruidas.
Nosotras sentimos que el Señor ha abrazado el dolor de nuestro pueblo, y nos sentimos impulsadas a seguir dando respuesta desde nuestra propia fragilidad. Por ello, podemos decir ¡Feliz Navidad!
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