Después de haber vivido como docente la experiencia de la pandemia COVID -19, logré comprender al filósofo ruso de origen judío Levinas (1906-1995). Él invita a reflexionar desde el otro que irrumpe ante mí desde su condición de fragilidad, obligándome a asumir responsabilidad para con él. También he comprendido a Mínguez (2014, pág. 90), porque en esta misma sintonía pone como ejemplo la parábola del Buen Samaritano (Lc 10,25-37). En ella, Jesucristo, siendo Dios se rebajó haciéndose hombre para curar nuestras heridas. Así, tenemos que el hombre malherido irrumpe en la vida del samaritano, provocando que éste bajara de su cabalgadura, curara sus heridas y cuidara de él hasta que recuperara su salud.
Esta ética de la compasión no nace de la voluntad ni de la razón individualista, sino desde el otro que me obliga a asumir un compromiso para con él. Esta filosofía aplicada a la educación se le denomina Pedagogía de la Alteridad, que es entendida como una praxis educativa, una ayuda moral. En ella, el educador siempre está frente al educando, no como un “tú” sino como un “usted”, obligado a ser su servidor. El docente está atento, se desvive, cuida y se compromete por la suerte del estudiante, generando en éste actitudes de confianza, apertura, diálogo, responsabilidad y ganas de obtener un buen logro de aprendizaje, condiciones básicas permanentes que acompañen todo el proceso de enseñanza – aprendizaje en el desarrollo de competencias y capacidades en los estudiantes por parte de su docente. Misión difícil pero no imposible que me tocó desempeñar en el año 2020. Año inolvidable.
Hna. Hermelinda Silva Barrantes MCI, Perú.

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