Tener corazón de apóstol, lleno de amor por el Creador y de gratitud por la vida. Corazón que humildemente acoge su propia historia y lo que ha aprendido de ella. Intimidad que se sabe habitada por el Espíritu de vida, que lleva a más y más amor.
Tener corazón de apóstol, hermano de los demás; reconciliado con la diversidad y agradecido por la riqueza que entraña. Sabedor que los conflictos son expresión de la pluralidad y que se reconcilian con paciente diálogo. Corazón que busca armonía.
Es aquél que busca el Reino en medio de las masas sufrientes, que busca justicia en las relaciones; que, aunque toca a los políticos, los gritos con pancartas son gesto de Reino. Que habla por los que no pueden. Que lleva Evangelio allí donde está… para encontrarse que el Verbo le sonríe en la mirada de los demás.
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